Si a lo largo del siglo XIX se habían terminado de matematizar los fenómenos mecánicos y se habían ido cuantificando los fenómenos termológicos, eléctricos y magnéticos, completando el edificio de la Física Clásica sobre la matemática del número real, el mundo de la continuidad y la noción de causalidad, el primer tercio del siglo XX sería testigo de dos auténticas revoluciones en Física.